Tras consultar el paciente por una determinada sintomatología, el proceso a seguir hasta llegar a un diagnóstico de cáncer ha de comenzar con la valoración de las posibles causas de un signo o síntoma, que conduzcan a una serie de diagnósticos diferenciales:
Debido a que un tumor puede manifestarse de maneras muy diferentes (un bulto que crezca muy rápido, tos continuada, etc.), sus síntomas muchas veces son compartidos con otras enfermedades, por lo que, tras los pasos anteriores, se han de realizar una serie de pruebas complementarias que conduzcan a un diagnóstico certero. Algunas a considerar pueden ser:
No obstante, los marcadores tumorales sí son muy útiles a la hora de controlar la evolución de un paciente diagnosticado y en tratamiento, dado que la elevación de sus niveles puede significar la reaparición del tumor y, su descenso, una buena respuesta al tratamiento. Sin embargo, siempre sería necesario realizar nuevas pruebas diagnósticas para confirmar o descartar la reaparición.
Pruebas de imagen: permiten obtener una imagen detallada y de calidad del interior del organismo:
El TAC o escáner es una prueba que permite obtener cortes precisos de todo el organismo. Al exponer al paciente a una fuente de irradiación con rayos X, logra una imagen de gran precisión y resolución.
Lo habitual en oncología es que los escáneres se realicen con contraste, pues permite definir mejor las estructuras y las posibles alteraciones a estudiar. La prueba no es dolorosa y durante su realización el paciente debe permanecer recostado y quieto en una camilla, siguiendo las indicaciones del técnico que controla la exploración.
La RMN es una prueba similar al TAC, pero que no emplea radiaciones X. Utiliza un campo magnético, por lo que está contraindicada en personas con marcapasos o con algún tipo de elemento metálico implantado en su interior.
La gammagrafía se emplea en el estudio de diferentes partes del cuerpo, siendo por ejemplo de amplio uso las gammagrafías óseas para el estudio de las lesiones de los huesos. Para su realización, se administran diferentes tipos de isótopos en función del órgano a estudiar (yodo para la gammagrafía tiroidea, tecnecio para la gammagrafía ósea, etc.).
Cuando los resultados de las distintas pruebas analíticas y por imagen indican la existencia de una lesión sospechosa de malignidad, es necesario realizar un estudio anatomopatológico que permita conocer qué tipo de célula forma el tumor, estableciendo así un diagnóstico correcto, un pronóstico y un tratamiento específico.