La palabra cáncer es un término muy amplio que abarca cientos de enfermedades distintas. Cada una de dichas enfermedades se consideran independientes: tienen sus causas, su pronóstico, su evolución y sus tratamientos específicos.
Aquí puede encontrar información sobre los cánceres más comunes según su localización en el cuerpo:
El término sarcoma hace referencia a un grupo de tumores malignos que aparecen en huesos o en tejidos blandos del organismo, los cuales componen el sistema musculoesquelético o están encargados del sostenimiento de los distintos órganos. Según la OMS existen más de 150 variedades de sarcomas, los cuales se pueden agrupar en dos grandes grupos:
Aunque todavía se desconoce el origen de estos tumores, se han evidenciado ciertos factores de riesgo que propician la aparición de sarcomas tales como ciertas predisposiciones genéticas, la radiación ionizante (rayos x o radioterapia) y la exposición a ciertos agentes químicos. En el caso de los sarcomas óseos también cabe destacar la enfermedad ósea de Paget como factor de riesgo.
Cáncer de pulmón: se origina en las células del epitelio que reviste el árbol respiratorio desde la tráquea al bronquiolo terminal más fino y en las células que se encuentran en los alveolos pulmonares.
A pesar de ser el tumor que más muertes provoca, las actuales líneas terapéuticas han logrado, por un lado, incrementar la tasa de supervivencia y, por otro, mejorar la calidad de vida de los pacientes minimizando el impacto que la enfermedad y sus tratamientos puedan tener.
Dentro del cáncer de pulmón encontramos dos tipos:
En el cáncer de pulmón los principales factores de riesgo son el tabaco, la exposición prolongada a sustancias como el asbesto y el radón, la contaminación atmosférica y la predisposición genética.
Mesotelioma: es un tipo de tumor muy poco frecuente, que se forma en los órganos internos del cuerpo. Se suele clasificar en dos tipos, según la zona en la que tiene su origen:
El principal factor de riesgo del mesotelioma es la exposición al amianto: entre el 70% y el 80% de los pacientes diagnosticados con mesotelioma tienen un historial de exposición al amianto en el trabajo. No obstante, a menudo los síntomas no aparecen hasta años o incluso décadas después de la exposición.
Su diagnóstico es muy complejo, ya que puede ser confundido con otras enfermedades. Muchas personas lo perciben por primera vez al desarrollar líquido en el espacio alrededor de los pulmones (derrame pleural).
Dentro de este tipo, se agrupan los tumores desarrollados en la cabeza o la región del cuello, excluyéndose, no obstante, los tumores de esófago, de la piel, los cerebrales, del sistema nervioso y de tiroides. Se incluyen así, los que afectan a las siguientes zonas:
Sus principales factores de riesgo son el tabaquismo, el consumo de alcohol y el virus del papiloma humano. Los hábitos de vida y dieta, ciertas infecciones (virus de Epstein-Barr, VIH e inmunodeprimidos), radiaciones, la inhalación de ciertos productos, así como factores genéticos, constituyen otros de sus factores de riesgo.
Cáncer de esófago: es el tumor maligno que surge en las células de la mucosa del esófago. La mayoría de las veces se origina en el tercio inferior de este órgano y en su unión con el estómago (unión gastro-esofágica). Suele aparecer en hombres entre los 50 y los 70 años y no presenta síntomas en las fases precoces de la enfermedad, por lo que su diagnóstico es casual: suele detectarse al realizar pruebas por otros problemas de salud. Sus principales factores de riesgo son el tabaco, el alcohol, la toma de ácidos, dietas inadecuadas, bebidas calientes y otras patologías como el Virus del Papiloma Humano, Esófago de Barrett, acalasia o tilosis.
Cáncer de estómago o gástrico: se origina en las células de la mucosa del estómago (glándulas gástricas). En sus primeras fases suele ser asintomático o producir síntomas muy inespecíficos, por lo que su diagnóstico pocas veces se realiza en estadios iniciales. Entre sus factores de riesgo encontramos el alcohol y el tabaco, los antecedentes familiares y otras enfermedades como los pólipos gástricos, infección por el Helicobacter Pylori o la gastritis crónica atrófica.
Cáncer de hígado o hepatocarcinoma: es el tumor primario de hígado más frecuente y se origina en las células hepáticas. En la mayoría de los casos está asociado, además, a la cirrosis, proceso por el cual las células dañadas del hígado son reemplazadas por tejido cicatricial. La cirrosis puede estar producida por el consumo excesivo de alcohol o por un virus hepatótropo. Otro factor de riesgo es la infección por el virus de la hepatitis B o el virus de la hepatitis C (ambas causantes de cirrosis).
Cáncer de páncreas: se puede originar en la cabeza del páncreas (el cáncer más frecuente) o en la zona del cuerpo o la cola del páncreas. Se suele presentar a partir de los 60 años y uno de sus principales síntomas es la aparición de una coloración amarillenta en la piel (ictericia). Entre sus factores de riesgo, cabe mencionar los factores genéticos, la exposición a ciertas sustancias (petróleo y sus derivados o pesticidas) o los pacientes de enfermedades como la pancreatitis crónica o la diabetes mellitus.
Cáncer de vesícula biliar y de vías biliares: son tumores infrecuentes, que se producen, bien en las paredes de la vesícula biliar, la cual actúa como depósito de la bilis antes de ser conducida al intestino, o en los conductos biliares (colangiocarcinoma), que proceden del hígado y conducen la bilis hacia el intestino, desembocando primero en la vesícula biliar. Uno de sus síntomas más frecuentes es la aparición de una coloración amarillenta en la piel (ictericia), debido a que el tumor colapsa la salida de la bilis del hígado.
Cáncer de intestino delgado: es un tipo de tumor que se origina en las células de la mucosa que recubre los diferentes tramos del intestino delgado. Normalmente, se forma un tumor benigno (adenoma, pólipo) que, con el tiempo, se convierte en maligno. Sus síntomas son inespecíficos y aparecen de manera tardía. Los factores de riesgo propios de este tipo de cáncer son, además de los comunes, la enfermedad de Crohn y ciertos síndromes hereditarios.
Cáncer de colon y recto: la mayoría de los cánceres colorrectales aparecen sobre un pólipo existente en la mucosa del intestino grueso, que por diversas circunstancias evoluciona a tumor maligno. Es un tipo de cáncer muy frecuente y suele aparecer en personas mayores (alrededor de 70 años). El Síndrome de Lynch constituye uno de sus factores de riesgo.
Cáncer de ano: siendo este el extremo final del tubo digestivo, se trata de un tipo de tumor muy poco frecuente, por el que se forman células malignas en los tejidos del ano. Entre sus principales factores de riesgo destaca la infección por el Virus del Papiloma Humano (VPH) y su principal síntoma es el sangrado anal. Su desarrollo se puede deber a factores tales como el Virus del Papiloma Humano o el virus de inmunodeficiencia humana o SIDA (HIV).
Tumores neuroendocrinos: constituyen un grupo heterogéneo de tumores, relativamente poco frecuentes, que se originan en las células neuroendocrinas, las cuales se encuentran dispersas por todo el organismo. Estas células son las encargadas de producir una serie de moléculas, llamadas hormonas, que se almacenan en los gránulos de secreción.
La mayoría de tumores neuroendocrinos son de origen gastrointestinal o pancreático y, dentro de estos, el más común se localiza en el intestino delgado.
Cáncer de tiroides: se localiza en la glándula tiroidea, situada en la parte anterior del cuello, por delante de la laringe. La función del tiroides es la producción de hormonas que intervienen en el metabolismo del organismo: las hormonas tiroideas, producidas por las células foliculares, y la calcitonina, producida por las células C. Dependiendo de si el tumor afecta a unas u otras, se tratará de un tipo distinto de cáncer.
El síntoma más frecuente del cáncer de tiroides es la aparición de un bulto en la parte anterior del cuello, que puede ser visible o palpable. No obstante, la mayoría de los nódulos tiroideos son benignos. Las exposiciones a radiaciones en el cuello como la radioterapia, así como ciertos factores genéticos, incrementan el riesgo de desarrollo de este tumor maligno.
En los tumores del Sistema Nervioso Central (SNC), las células anormales se forman en los tejidos del encéfalo (cerebro, cerebelo, y tronco cerebral) o la médula espinal.
Es importante diferenciar entre aquellos que se originan en esta zona (primarios) y aquellos que son metastásicos: se han formado en otra parte del organismo, pero, en algún momento de su evolución, se extienden hasta el SNC. Estos últimos son más comunes y suelen proceder del pulmón.
Los tumores del SNC se caracterizan porque rara vez se diseminan a otras partes del organismo más allá del encéfalo o la espina vertebral y, además, a medida que avanza la edad, aumentan las probabilidades de que el tumor sea benigno: el porcentaje de tumores benignos es igual o superior a los malignos a partir de los 70 años.
El cáncer de piel representa en torno al 50% de todos los cánceres diagnosticados en el mundo. Se puede presentar en cualquier parte del cuerpo, aunque es más común en la piel expuesta a menudo a la luz solar, como la cara, el cuello, las manos y los brazos.
El cáncer de piel se origina en la epidermis (capa superior o externa), que está compuesta por tres tipos de células: escamosas, basales y melanocitos. Según a qué células afecte, suele clasificarse como:
La mayoría de los melanomas se localizan en la piel (95%) y menos frecuentemente (5%) en mucosas (oral, tubo digestivo, genital), retina o meninges.
La incidencia del cáncer de piel está aumentando mucho en los últimos años, por lo que conviene prevenir su factor de riesgo más importante: la exposición al sol (ultravioleta).
Cáncer de próstata: desde hace algunos años, es el tipo de cáncer más diagnosticado en los hombres en España, con más de 25.000 casos nuevos al año. Se origina en la glándula prostática, localizada justo debajo de la vejiga y delante del recto, rodeando parte de la uretra.
Es un tumor que avanza muy lentamente y, normalmente, los pacientes no presentan síntomas hasta estadios más avanzados. Su principal factor de riesgo es la edad, por lo que se recomienda realizarse pruebas de detección temprana a partir de los 50 años: a medida que los hombres envejecen, la próstata puede agrandarse y bloquear la uretra o la vejiga.
Desde la mejora de los tratamientos y la generalización del test de diagnóstico precoz de determinación de niveles de PSA en sangre, se diagnostican y tratan tumores muy pequeños, con un excelente pronóstico.
Cáncer renal (hipernefroma): se origina a partir de la proliferación de células cancerosas en la corteza del riñón. Es más frecuente en hombres, y se suele diagnosticar a partir de los 50 años. Se asocia con una gran variedad de síntomas, lo que hace muy complicado su diagnóstico. No obstante, en los últimos años, ha habido un gran avance en su diagnóstico y tratamiento, duplicándose la supervivencia. Existen varios factores de riesgo como los antecedentes familiares, ciertas afecciones genéticas o el haber recibido diálisis durante un periodo de tiempo prolongado, entre otros.
Cáncer de vejiga y vías urinarias: lo más común es que se origine en las células transicionales, que forman el revestimiento interior de la vejiga. Es más frecuente en hombres y la edad media de diagnóstico se sitúa en los 73 años. Su principal factor de riesgo conocido es el tabaco y su principal síntoma es la aparición de sangre en la orina sin que exista dolor al orinar (hematuria). Se suele diagnosticar en fases precoces.
Cáncer de testículo: es un tumor infrecuente que aparece principalmente en hombres jóvenes y se origina, en la mayor parte de los casos, en las células germinales, las cuales, a causa de las hormonas masculinas, maduran para dar lugar a los espermatozoides a partir de la adolescencia. En la actualidad, la mayoría de pacientes alcanzan la remisión, incluso aquellos en los que el cáncer se encuentra en estadios más avanzados.
El cáncer de mama hace referencia al tumor originado en las células y estructuras de las glándulas mamarias, encargadas de producir la leche durante la lactancia. Es el tipo de tumor más frecuente en las mujeres, aunque también puede ser diagnosticado en hombres.
Las tasas de supervivencia tras el diagnóstico por cáncer de mama son muy altas si se detecta en las fases más tempranas. Además, cada vez se dispone de mayor información para su tratamiento y diagnóstico precoz.
Este último se configura fundamental, ya que el cáncer de mama no acostumbra a presentar síntomas en sus primeras fases, por ello se recomienda la realización de exámenes de forma periódica (palpación de las mamas, mamografías, ecografías, etc.)
La presencia de bultos en el pecho o en las axilas o los cambios en la forma, el tamaño o la sensibilidad del pecho o los pezones son algunos de sus principales síntomas.
Los tumores ginecológicos tienen lugar en los órganos reproductivos femeninos, aunque cada uno de ellos presenta síntomas, factores causales y de riesgo diferenciados. Los más comunes son:
En la actualidad, gracias al tratamiento desde las primeras fases de la enfermedad, la mortalidad por cáncer de cérvix ha disminuido significativamente. Su detección es posible mediante la realización de un estudio para detectar posibles lesiones en el cuello del útero: test de Papanicolau.
Su principal problemática es su difícil diagnóstico precoz, ya que, incluso en sus fases más avanzadas, sus síntomas son muy vagos e inespecíficos, como molestias abdominales.
Produce síntomas desde sus fases iniciales (sangrado vaginal anormal), por lo que se suele diagnosticar cuando el tumor aún está localizado, lo que favorece la eficacia en su tratamiento. Su principal factor de riesgo es el desequilibrio entre los niveles de estrógenos y progesterona a favor de los primeros.
Los tumores hematológicos se originan en las células de la sangre. Los tres tipos más comunes son: