Blog de la Fundación OncoSur

Voluntariado y cáncer

Voluntariado y cáncer
Jueves, 21 de Noviembre 2019
Más de 30 años lleva Sagrario formando parte de la Asociación Española Contra el Cáncer. Empezó como voluntaria. Un caso en su familia le hizo darse cuenta de las necesidades que los pacientes y sus familiares tenían a largo del proceso oncológico: “había mucha gente que venía de fuera y que estaban solos. No conocían a nadie, se encontraban francamente solos y entonces vi que había que hacer algo”, afirma. Hoy, Sagrario es coordinadora de voluntariado del Hospital Universitario del 12 de Octubre.

 Aunque en su caso, los motivos que le llevaron a hacerse voluntaria fue una experiencia bastante cercana, como ella mismo dice las razones que conllevan a una persona a formar parte de una red de voluntariado son diversas. “Hay de todo. En un principio piensas que el voluntario ha sido un paciente o un familiar. Pero de esos solo hay varios casos, hay personas que por múltiples motivos se han hecho voluntarios. Principalmente quieren hacer algo por los demás y acuden diciendo: yo quiero ayudar ¿Qué puedo hacer?”.


¿Qué es ser voluntario?
Decía Albert J. Jovell que “los voluntarios son personas que, pudiendo elegir actividades de ocio y divertimiento, prefieren acompañar a personas que sufrimos por las consecuencias de la adversidad. ¿Qué sería de los enfermos sin ellos? ¿No debería nuestra sociedad hacerles un homenaje especial? Ellos encarnan los principales valores por los que vale la pena vivir una vida. Nuestra sociedad necesita desesperadamente de los voluntarios”.


Para Sagrario, ser voluntario “es adquirir un compromiso para dar parte de tu tiempo sin recibir ningún tipo de remuneración, simplemente un bien propio”. La satisfacción personal de haber contribuido a mejorar la situación de personas que no están pasando por un buen momento es el denominador común de todo voluntario.


A pesar de ese carácter altruista, las entidades, dándose cuenta de la importancia que su labor, han ido profesionalizando la labor del voluntariado, configurando cada una de ellas sus propios criterios a la hora de seleccionarlos. Establecen procesos de selección, evaluaciones psicológicas y cursos formativos que les permitan responder de manera eficiente a su labor diaria. “En el caso de la AECC, los voluntarios han de ser personas que no tengan más de 70 años y que estén bien de salud. Otro de los requisitos es no estar en tratamiento por la enfermedad y en el caso de aquellos que han perdido un familiar por la enfermedad, vemos necesario que haya pasado al menos un año”, nos traslada Sagrario.


La labor del voluntariado
En cuanto a su labor, es clara: proporcionar todos los recursos necesarios que las personas, tanto como pacientes como entorno más cercano, requieren tras recibir un diagnóstico. Siendo, por tanto, familiar y paciente su foco de actuación. “Lo que intentamos es que desde el momento que se ponen en contacto con nosotros reciban la misma atención en cualquier momento o punto en el que se encuentre”, afirma Sagrario.


Lo que en un primer momento pueda parecer una labor meramente de acompañamiento, va mucho más. Los voluntarios al tener un contacto directo con pacientes y familiares son capaces de conocer de primera mano sus necesidades no cubiertas y ofrecerles los recursos o servicios disponibles más propicios para su situación. Una primera toma de contacto a modo de triaje que permite sondearlos y derivarlos. Paralelamente, constituyen un eje determinante para la entidad, al ser conocedores de posibles necesidades emergentes en el proceso oncológico y el consiguiente desarrollo de nuevo proyectos.

En este sentido, dentro del ámbito oncológico, podemos encontrar voluntarios que desempeñan labores de carácter asistencial. Por ejemplo, se encargan de acompañar tanto al paciente como a sus familiares durante el tratamiento, cuando han de realizarse alguna prueba relevante, recoger los resultados o acudir a consulta. “Si el paciente está ingresado, suplimos al cuidador primario si tiene que ausentarse durante un momento para por ejemplo ir a recoger a sus hijos. También seguimos dando este tipo de servicios una vez se ha acabado el tratamiento. Si pasado el tiempo tienen que ir a una consulta importante y no tienen quien le acompañe, un voluntario puede acudir con él” nos explica Sagrario.


Gestionar y facilitarles una residencia por si han de acudir a otra localidad para recibir su tratamiento, traslado al domicilio, ayuda psicológica o terapias de grupo para pacientes y familiares e inclusive fomentar la inclusión laboral de los pacientes mediante formación, pueden ser otras de las labores que ejercen. “En la entidad, disponemos de profesionales como trabajadores sociales que pueden ayudar a aquellas personas que necesitan sillas de ruedas, pelucas, prótesis, información sobre los trámites a seguir para que una minusvalía o una invalidez sea reconocida. Fisioterapeutas para aquellos que por ejemplo necesitan drenajes linfáticos. También contamos con profesionales que organizan terapias para dejar de fumar, talleres de costura, de manualidades, clases de inglés… Intentamos que el paciente esté activo y entretenido”, prosigue Sagrario.


Como no es de extrañar, esta relación tan cercana hace que entre voluntarios y pacientes se genere un vínculo tan fuerte que trascienda el hospital y el paso del tiempo. “Yo he conocido en el hospital a niños con 4 o 5 años que luego me han invitado a su boda o aquellos que, tras una revisión, pasan a verme para decirme que todo va bien. Eso es lo más reconfortante”. Sin duda, una labor de enorme valor y tan necesaria en momentos tan complicados y es que como bien apuntaba Albert J. Jovell, nuestra sociedad debería “hacerles un homenaje especial” porque “necesita desesperadamente de los voluntarios”.